miércoles, 12 de septiembre de 2012

Artículo en "Latitudes" 9 de enero de 2007

Artículo recogido sobre Guillot en "Latitudes" el 09 de enero de 2007 (Galicia Hoxe, páginas interiores El Correo Gallego). Trascripción a continuación.


"Entre la música y la pintura, Javier Varela Guillot eligió como profesión la plástica, pero no abandonó el piano, cuando quiere descansar, después de horas en el estudio, se relaja haciendo sonar un bolero, una melodía francesa o un nocturno de Chopin.

¿Qué arte fue el primero?
Creo que fueron simultáneas. De niño me gustaba dibujar. Pero en el colegio de las monjas también gozaba mucho con las clases de piano. El dibujo era una herencia que tenía de mi abuelo Alberto Guillot Lapino, un francés que estaba especializado en cartelismo y estampación sobre metal y que llegó a Vigo llamado por las grandes empresas conserveras de aquellos tiempos como Alfageme, Albo o Massó, para hacerles esos trabajos. Él creaba lo que hoy se llaman logotipos y también los dibujos para estampar en las latas, cosa que ahora ya no se hace porque todo viene en caja. Por ejemplo, fue el autor de los dos gatitos que aún se pueden ver en una cerámica del edificio de Alfageme de Bouzas, en Vigo, que representan las conservas Miau o el cartel con un gran salmón de Albo.

¿Pero se decidió por el piano?
Al principio sí, porque lo estudié primero en Vigo con la profesora Alicia Casanova y luego seguí la carrera en el conservatorio de Madrid e incluso mi padre quería que hiciera ya el virtuosismo con el gran concertista José Cubiles.



¿Y el cambio a la pintura?
Lo decidí en Madrid. Allí solía ir a un bar muy artístico que se llamaba “Las cuevas de Sésamo” dónde me dejaban tocar el piano y también me juntaba con muchos artistas plásticos.
Me animaron a dibujar y fui con ellos al Casón del Retiro donde se hacía dibujo de figura con estatuas como modelos para preparar  el ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Le dije a mi padre la decisión y se lo tomó muy bien porque pensó que yo tenía que decidir lo que me gustase. Allí conocí a algunos artistas como Xavier Pousa de quien fui muy amigo y el orfebre Perfecto Marcos.

¿Y volvió a Vigo como pintor?
Volví una temporada y vendí algunos cuadros. También colaboré con Mario Granell para hacer los decorados de un espectáculo de ballet benéfico en el que actuó el argentino, descendiente de gallegos, Héctor Zaraspe, que estaba de vacaciones. Acostumbraba a pintar ya acuarelas y tintas, que era lo que más me gustaba sin abandonar el óleo y muchas se exponían en el escaparate de la Papelería Española de la calle del Príncipe.
En esa época salieron más de un millar para América con pasajeros de los transatlánticos que hacían escala en Vigo. Después volví a Madrid para seguir estudiando y fui una temporada a Marruecos donde tenía un tío militar y me quedé cuatro años. Allí conocí a Juan Casares Quiroga, desterrado político que me animó a tomar la pintura desde un punto totalmente profesional.

¿Cómo llegaron las exposiciones?
La primera fue en la Asociación de Artistas de La Coruña. Estaba yo pintando la catedral de Orense y me vino Chamoso Lamas que ya conocía mi obra, pues comprara algún cuadro. Tanto él como Ferro Couselo y el arquitecto conservador Pons Sorolla la organizaron. Y luego fue en la diputación de Lugo donde hice otra con todo el protocolo y asistencia de las autoridades y donde no sólo vendí todo, si no que hice muchas amistades. Fruto de eso fui en una gira organizada por el Ministerio de Educación y Ciencia por diversas capitales españolas. Precisamente el Hotel Reconquista de Oviedo se inauguró con una mía.

¿Siempre acuarela?
Es la técnica que va mejor con mi forma de ser y con mi temperamento. Me gusta la fugacidad, el trazo rápido que insinúa. Pero también es la más difícil, porque no se pueden cometer errores ya que no se pueden rectificar o pintar encima como pasa con el óleo. Hay que hacer la pincelada limpia y segura, con el pincel exacto y el agua necesaria. Lo que pasa es que con el tiempo se va cogiendo seguridad. De todos modos, siempre tengo algún óleo en preparación.

¿Los temas son inventados, o los copia de la naturaleza?
Tengo más de 3000 apuntes guardados que fui tomando a los largo de mi vida en lápiz, pluma, cera o incluso a propia acuarela. Pinto de memoria las marinas, bosques, paisajes, villas y si tengo alguna duda acudo a esos apuntes. Generalmente no dibujo por debajo, si no que hago una mancha y va tirando de otras hasta terminar el cuadro. En el único caso que hago algún boceto por debajo es cuando se trata de retratos o figuras o cuando son cuadros de unas proporciones muy grandes ya que es más difícil ajustarse a ellas.
Usted pintó en Vigo, Madrid, Marruecos, también tuvo casa en Allariz, en Portugal, y ahora en Oleiros.

¿Cada lugar le impone alguna forma de pintar?
No, porque el trabajo que hago es la expresión de un sentimiento interior que siempre responde mis pensamientos. Lo que pasa es que a medida que transcurren los años esos sentimientos van madurando y, lógicamente, influye en la forma de expresarse. Una vez dominado el oficio se pinta lo que se piensa más que lo que se ve. Es lo mismo que cuando toco el piano, pues sale la música que está en mi mente y no la que está en el teclado.

¿Entre sus trabajos hay una serie para Tabacalera?
Sí, en una ocasión convocaron un concurso entre pintores para hacer todos sus edificios y me eligieron a mí. Así que recorrí España haciendo unas cincuenta casas, algunas de ellas en pleno trabajo como la de La Coruña, y otras que ya estaban cerradas. Luego también fueron impresas en un libro de historia de la fábrica que hizo el que fue su jefe de prensa, el gallego Daniel Hortas.

¿Pintó mucho en su vida?
Dicen que mi pintor favorito, Turner, pintó 18.000 obras. Pues creo que le supero.

¿Y cómo llegó a Oleiros, dónde vive ahora?
De casualidad. Iba con mi mujer a nuestra casa de Portugal e hicimos una parada en Coruña ya que quería visitar Mera y Lorbé. Vimos el anuncio de una urbanización, Os Regos, que se estaba construyendo y me gustó, así que les dije que si me daban el piso piloto en dos días lo compraba. Accedieron y fui el primero en habitar la urbanización mientras se construían los demás."

.-Albino Mallo



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