Artículo recogido sobre Guillot en "Latitudes" el 09 de enero de 2007 (Galicia Hoxe, páginas interiores El Correo Gallego). Trascripción a continuación.
"Entre la música y la pintura, Javier Varela Guillot eligió
como profesión la plástica, pero no abandonó el piano, cuando quiere descansar,
después de horas en el estudio, se relaja haciendo sonar un bolero, una melodía
francesa o un nocturno de Chopin.
¿Qué arte fue el primero?
Creo que fueron simultáneas. De niño me gustaba dibujar.
Pero en el colegio de las monjas también gozaba mucho con las clases de piano.
El dibujo era una herencia que tenía de mi abuelo Alberto Guillot Lapino, un
francés que estaba especializado en cartelismo y estampación sobre metal y que
llegó a Vigo llamado por las grandes empresas conserveras de aquellos tiempos
como Alfageme, Albo o Massó, para hacerles esos trabajos. Él creaba lo que hoy
se llaman logotipos y también los dibujos para estampar en las latas, cosa que
ahora ya no se hace porque todo viene en caja. Por ejemplo, fue el autor de los
dos gatitos que aún se pueden ver en una cerámica del edificio de Alfageme de
Bouzas, en Vigo, que representan las conservas Miau o el cartel con un gran
salmón de Albo.
¿Pero se decidió por el piano?
Al principio sí, porque lo estudié primero en Vigo con la
profesora Alicia Casanova y luego seguí la carrera en el conservatorio de
Madrid e incluso mi padre quería que hiciera ya el virtuosismo con el gran
concertista José Cubiles.
¿Y el cambio a la pintura?
Lo decidí en Madrid. Allí solía ir a un bar muy artístico
que se llamaba “Las cuevas de Sésamo” dónde me dejaban tocar el piano y también
me juntaba con muchos artistas plásticos.
Me animaron a dibujar y fui con ellos al Casón del Retiro
donde se hacía dibujo de figura con estatuas como modelos para preparar el ingreso en la Escuela de Bellas Artes de
San Fernando. Le dije a mi padre la decisión y se lo tomó muy bien porque pensó
que yo tenía que decidir lo que me gustase. Allí conocí a algunos artistas como
Xavier Pousa de quien fui muy amigo y el orfebre Perfecto Marcos.
¿Y volvió a Vigo como pintor?
Volví una temporada y vendí algunos cuadros. También
colaboré con Mario Granell para hacer los decorados de un espectáculo de ballet
benéfico en el que actuó el argentino, descendiente de gallegos, Héctor Zaraspe,
que estaba de vacaciones. Acostumbraba a pintar ya acuarelas y tintas, que era
lo que más me gustaba sin abandonar el óleo y muchas se exponían en el
escaparate de la Papelería Española de la calle del Príncipe.
En esa época salieron más de un millar para América con
pasajeros de los transatlánticos que hacían escala en Vigo. Después volví a
Madrid para seguir estudiando y fui una temporada a Marruecos donde tenía un
tío militar y me quedé cuatro años. Allí conocí a Juan Casares Quiroga,
desterrado político que me animó a tomar la pintura desde un punto totalmente
profesional.
¿Cómo llegaron las exposiciones?
La primera fue en la Asociación de Artistas de La Coruña.
Estaba yo pintando la catedral de Orense y me vino Chamoso Lamas que ya conocía
mi obra, pues comprara algún cuadro. Tanto él como Ferro Couselo y el
arquitecto conservador Pons Sorolla la organizaron. Y luego fue en la
diputación de Lugo donde hice otra con todo el protocolo y asistencia de las
autoridades y donde no sólo vendí todo, si no que hice muchas amistades. Fruto
de eso fui en una gira organizada por el Ministerio de Educación y Ciencia por
diversas capitales españolas. Precisamente el Hotel Reconquista de Oviedo se
inauguró con una mía.
¿Siempre acuarela?
Es la técnica que va mejor con mi forma de ser y con mi
temperamento. Me gusta la fugacidad, el trazo rápido que insinúa. Pero también
es la más difícil, porque no se pueden cometer errores ya que no se pueden
rectificar o pintar encima como pasa con el óleo. Hay que hacer la pincelada
limpia y segura, con el pincel exacto y el agua necesaria. Lo que pasa es que
con el tiempo se va cogiendo seguridad. De todos modos, siempre tengo algún
óleo en preparación.
¿Los temas son inventados, o los copia de la naturaleza?
Tengo más de 3000 apuntes guardados que fui tomando a los
largo de mi vida en lápiz, pluma, cera o incluso a propia acuarela. Pinto de
memoria las marinas, bosques, paisajes, villas y si tengo alguna duda acudo a
esos apuntes. Generalmente no dibujo por debajo, si no que hago una mancha y va
tirando de otras hasta terminar el cuadro. En el único caso que hago algún boceto
por debajo es cuando se trata de retratos o figuras o cuando son cuadros de
unas proporciones muy grandes ya que es más difícil ajustarse a ellas.
Usted pintó en Vigo, Madrid, Marruecos, también tuvo casa en
Allariz, en Portugal, y ahora en Oleiros.
¿Cada lugar le impone alguna forma de
pintar?
No, porque el trabajo que hago es la expresión de un
sentimiento interior que siempre responde mis pensamientos. Lo que pasa es que
a medida que transcurren los años esos sentimientos van madurando y,
lógicamente, influye en la forma de expresarse. Una vez dominado el oficio se
pinta lo que se piensa más que lo que se ve. Es lo mismo que cuando toco el
piano, pues sale la música que está en mi mente y no la que está en el teclado.
¿Entre sus trabajos hay una serie para Tabacalera?
Sí, en una ocasión convocaron un concurso entre pintores
para hacer todos sus edificios y me eligieron a mí. Así que recorrí España
haciendo unas cincuenta casas, algunas de ellas en pleno trabajo como la de La
Coruña, y otras que ya estaban cerradas. Luego también fueron impresas en un
libro de historia de la fábrica que hizo el que fue su jefe de prensa, el
gallego Daniel Hortas.
¿Pintó mucho en su vida?
Dicen que mi pintor favorito, Turner, pintó 18.000 obras.
Pues creo que le supero.
¿Y cómo llegó a Oleiros, dónde vive ahora?
De casualidad. Iba con mi mujer a nuestra casa de Portugal e
hicimos una parada en Coruña ya que quería visitar Mera y Lorbé. Vimos el
anuncio de una urbanización, Os Regos, que se estaba construyendo y me gustó,
así que les dije que si me daban el piso piloto en dos días lo compraba.
Accedieron y fui el primero en habitar la urbanización mientras se construían
los demás."
.-Albino Mallo
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